Las becas y el concepto del esfuerzo

Hace ya bastantes años que tenemos que soportar el cansino discurso de los sectores más conservadores de este país sobre la cultura del esfuerzo. Ahora que esos sectores están en el gobierno de España, con Rajoy y Wert a la cabeza, nos empiezan a explicar su concepto del esfuerzo. El esfuerzo que tienen que hacer los alumnos para ir superando la carrera de obstáculos en la que quieren convertir al sistema educativo y el «esfuerzo» que está haciendo Wert, por encargo de Rajoy, para ir expulsando del sistema educativo a un sector importante del alumnado.
Durante este curso hemos asistido a recortes generalizados en las becas de transporte, comedor y libros de texto, recortes que han tenido una contestación clara de la inmensa mayoría de la sociedad. Ahora, como continuidad de la cruzada iniciada el curso pasado se le quiere dar otra vuelta de tuerca al sistema de becas en el que tanto habíamos conseguido avanzar en las últimas décadas.
 
 He escuchado como en diferentes debates, los dirigentes del PP y algunos de sus tertulianos más aguerridos, indicaban que les parecía muy bien que para obtener una beca los alumnos se tenían que esforzar más, que era normal pedirles una nota más alta que a los demás porque para eso les estábamos pagando la beca entre todos.
Si damos por buenos los datos del Ministerio de Educación, con las actuales tasas universitarias sólo se paga el 20% del coste real de los estudios correspondientes. Es decir, el 80% restante se paga con los impuestos de todos los ciudadanos. Por lo tanto, si el coste total de un curso es de 5.000 euros y la tasa de matrícula son 1000, quiere decir que todos los estudiantes se benefician de una ayuda de 4.000 euros que pagamos entre todos y a los que tienen beca se les exime, además, de pagar los 1.000 euros de matrícula.
Pues bien, con la reforma del sistema de becas que quiere introducir el Gobierno de España, para seguir beneficiándose de la ayuda colectiva de 4.000 euros basta con sacar un 5, pero para acceder a la beca que supone no pagar una matrícula de 1.000 euros se les exige más nota, un 6,5, se les exige que se esfuercen más. Es decir, seguiremos pagando entre todos los 4.000 euros a los hijos de familias con muchos recursos económicos que saquen un 5, pero dejaremos de pagar los 1.000 a los hijos de familias que no pueden pagar los estudios de sus hijos por no haber sacado una nota superior.
Ya hemos visto este curso que el incremento de las tasas universitarias, acompañado de una reducción de las becas y un endurecimiento de los requisitos para tenerlas, está provocando que dejen de acceder a los estudios superiores los sectores sociales con menores medios económicos. Vamos a volver a la década de los 70 del siglo pasado, cuando sólo podían estudiar los hijos de familias acomodadas, saquen las notas que saquen y repitan las veces que quieran, y la minoría de hijos de las familias con más dificultades que consigan superar la carrera de obstáculos y se esfuercen lo que Rajoy y Wert decidan. Ese es su concepto del esfuerzo y de quienes tiene que practicarlo.
Pues bien, todo esto se lo han dicho a Wert y a Rajoy el Consejo Escolar del Estado, la mayoría de las Comunidades Autónomas y la Conferencia de Rectores. Cuando cada día hay más estudiantes que necesitan una ayuda económica para poder seguir estudiando, la política educativa del PP consiste en expulsarlos del sistema. Cuando necesitamos grupos más reducidos para atender mejor al conjunto del alumnado e incrementar el éxito escolar, se incrementa el número de alumnos por aula. Cuando necesitamos más profesores para redoblar los esfuerzos en las tutorías, en las actividades de refuerzo y profundización, se recorta el número de profesores en todos los niveles educativos. Cuando todo el mundo dice que para salir de la actual situación de crisis económica necesitamos cambiar nuestro modelo de crecimiento económico e invertir más en educación, en formación y en investigación, se recortan todas las partidas destinadas a estos fines.
Todos los estudios internacionales apuntan que las variables que más inciden en el rendimiento académico de los alumnos son el nivel de formación y el nivel socio-económico de sus padres. Precisamente por ello, las personas que nos creemos que la educación puede y debe ser un factor de movilidad y progreso social, le otorgamos un papel de primer orden en la compensación de las desigualdades de origen y en el fortalecimiento y la profundización de la cohesión social. Para ello es necesario que todo el alumnado reciba el apoyo que necesita desde los primeros años de escolaridad y que se cumpla un principio básico en una sociedad democráticamente avanzada: que nadie deje de estudiar por motivos económicos.
El debate de fondo sobre el sistema educativo que necesitamos está en la manera de entender las relaciones entre el sistema educativo y la sociedad, en las funciones que puede y debe cumplir la educación en una sociedad democrática avanzada. Unos, con sus políticas educativas, nos demuestran que defienden la teoría de la reproducción, que se reproduzca la situación social de origen de los alumnos, lo que la derecha llama el “orden natural de las cosas”. Otros, apostamos por conseguir que la educación juegue un papel de primer orden en la compensación de las desigualdades de origen y en el fortalecimiento y la profundización de la cohesión social. Esa es la gran diferencia.
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