Durban: Los acuerdos para frenar el cambio climático en peligro

Hace un año, la Convención del Clima de Naciones Unidas, COP 16, celebrada en Cancún, terminó con resultados esperanzadores que habrían de concretarse en la COP 17 que se inaugura en Durban, Sudáfrica, el próximo 28 de noviembre. En efecto, todos los países aceptaron, atendiendo a las recomendaciones de la comunidad científica, la necesidad de alcanzar acuerdos vinculantes y justos de fuertes reducciones de gases de efecto invernadero y evitar así que el cambio climático se hiciera irreversible.

Se acordó por ello establecer un Fondo climático internacional (Green Climate Fund), para vehicular las necesarias aportaciones de los países industrializados a los países en desarrollo para que estos contribuyan también a la reducción de emisiones. Se avanzó en el establecimiento del Programa de las Naciones Unidas para la Reducción de las Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación Forestal en los Países en Desarrollo, tomando en consideración los derechos de las poblaciones indígenas y la protección de la biodiversidad (UN-REDD). Y hubo acuerdo en que los países industrializados asumieran un compromiso conjunto de reducción de emisiones del 25 al 40%.

Todas las medidas consensuadas en Cancún habían de verse concretadas y culminadas con la firma de un ambicioso acuerdo en la siguiente cumbre del clima, es decir, ahora en Durban (http://www.cop17-cmp7durban.com/index.html). Pero es preciso reconocer que en estos momentos, a menos de una semana de iniciarse la cumbre, las expectativas no son nada positivas: los buenos propósitos enunciados en Cancún parecen haberse desvanecido. Las noticias en torno a la celebración de la Cumbre del Clima y la urgencia de alcanzar un acuerdo justo y vinculante no ocupan lugares centrales en las agendas de nuestros países.

Obviamente, esto no es debido a que haya disminuido el peligro de un cambio climático de graves consecuencias, porque lo que está sucediendo es justo lo contrario: Además de los repetidos informes científicos, recientemente, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) acaba de advertir de que “los países no pueden seguir basando su consumo en energías contaminantes” y que si prosigue el consumo energético actual se provocará una situación irreversible. La AIE concluye que apenas tenemos cinco años para intentar amortiguar los efectos del cambio climático -con drásticas reducciones de las emisiones de CO2 y un decidido impulso de las energías renovables- antes de que perdamos el control del mismo con consecuencias catastróficas (ver el World Energy Outlook 2011, accessible en la web de la IEA, www.iea.org/).

En el mismo sentido, el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) ha presentado un avance de un informe científico (http://www.ipcc-wg2.gov/SREX/), que se publicará completo la próxima primavera, en el que se muestra la vinculación entre el incremento de fenómenos atmosféricos extremos (huracanes, tornados, lluvias torrenciales e inundaciones, sequías, olas de calor…) y el cambio climático ya iniciado, anunciando un grave empeoramiento de su frecuencia e intensidad si no se limitan las emisiones. Y no se trata únicamente del empeoramiento de los fenómenos atmosféricos: entre otras graves consecuencias podemos mencionar el retroceso de glaciares y fusión de los casquetes polares, la pérdida de biodiversidad, la extensión de plagas, daños en la agricultura, incremento de las hambrunas y un largo y creciente etcétera.

El acuerdo sigue siendo absolutamente necesario y cada vez más urgente, porque el problema sigue agravándose y cada vez disponemos de menos tiempo para rectificar. Pero muchos gobiernos y buena parte de la ciudadanía parecen centrar ahora su atención exclusivamente en la crisis económica, perdiendo de vista la gravedad de una degradación ambiental que pone en peligro el futuro próximo de la humanidad. Sabemos, sin embargo, que la crisis actual no es coyuntural ni meramente económica, sino indicio de una situación de emergencia socioambiental planetaria, fruto de un crecimiento económico depredador que no toma en consideración sus consecuencias de degradación para un plazo cada vez más cercano. Sabemos que, por consiguiente, la salida de la crisis no puede buscarse en volver atrás para seguir ahondando en comportamientos suicidas para nuestra especie.

Es necesario un clamor ciudadano para modificar estas políticas. Estamos aún a tiempo de reorientar la forma de relacionarnos entre nosotros y con el resto de la naturaleza y sentar las bases de un futuro sostenible: podemos y debemos aprovechar esta crisis para impulsar un desarrollo auténticamente sostenible, una Economía Verde, que Ban Ki-Moon, Secretario General de Naciones Unidas, ha calificado como “La gran máquina de empleos verdes”, con inversiones productivas en, por ejemplo, nuevas tecnologías de energía renovable y de eficiencia energética y alimentaria que disminuyan, al propio tiempo, nuestra huella ecológica y eviten las consecuencias catastróficas de un cambio climático irreversible.

Es necesario un clamor ciudadano para que la convención de Durban no constituya un nuevo fracaso, sino un paso decisivo hacia la sostenibilidad. Crear ese clamor antes y durante la convención es responsabilidad de todas las instancias sociales: Universidades y demás centros educativos, Asociaciones Científicas y Culturales, sindicatos, ONGs, partidos políticos, medios de difusión, etc. Y es también responsabilidad de cada ciudadana y ciudadano consciente. ¡Contribuyamos a lograrlo!

Educadores por la sostenibilidad
Boletín Nº 73, 21 de noviembre de 2011
http://www.oei.es/decada/boletin073.php

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