Convivencia y conflictos: dos enfoques posibles

“Este curso ha comenzado la puesta en práctica de una nueva ley educativa, la LOMCE, que marca nuevas prioridades y objetivos para el sistema educativo. Disminuir el fracaso y el abandono escolar temprano, mejorar los resultados en las pruebas internacionales y trabajar la excelencia del alumnado son ahora las prioridades. Tras las críticas recibidas por el enfoque economicista predominante en la ley, el Preámbulo de la misma recoge otros planteamientos en la línea de la educación integral, si bien resulta muy difícil encontrar su desarrollo en los artículos de la Ley.

Ante este planteamiento vuelve a surgir una pregunta habitual en los medios educativos: ¿cuál es la finalidad última de la educación? ¿Una educación de calidad es la que únicamente mejora el currículo personal y la excelencia académica? O, por el contrario, ¿para ser de calidad la educación debe pretender formar personas competentes y, al mismo tiempo, solidarias, respetuosas, tolerantes, dialogantes y pacificadoras? Sobre el papel todos defienden la segunda opción, pero ¿cómo la concretan?

A lo largo de la primera década de este siglo el trabajo a favor de la convivencia positiva se convirtió en una de las prioridades educativas. Continuando los trabajos de años anteriores y teniendo en cuenta la influencia del caso Jokin, el joven que se quitó la vida presuntamente por el acoso a que fue sometido, se pone en marcha todo un plan de trabajo impulsado por las distintas Administraciones desarrollando actividades y programas de prevención de la violencia y desarrollo de la convivencia.

Sin embargo, a partir del curso 2008-2009 comienza a producirse un declive en el trabajo a favor de la convivencia que llega hasta nuestros días. Empiezan a limitarse las medidas de compensación educativa y de apoyo a los centros que más las necesitan y, a la vez, dejan de promoverse acciones a favor de la convivencia. Este cambio de rumbo no es debido sólo a la crisis económica. En él influye sobre todo la adopción de un nuevo planteamiento en relación con la convivencia, un nuevo modelo que se puede denominar como modelo reactivo-sancionador.

En primer lugar, modelo reactivo ya que, lejos de adelantarse y hacer prevención de los problemas que pudieran presentarse, se limita a reaccionar ante las conductas de los alumnos y alumnas una vez que éstas han tenido lugar. Y sancionador, ya que su interés principal radica en elaborar un catálogo de normas que contemplen qué conductas están permitidas y las sanciones que se van a derivar de su incumplimiento. El objetivo básico es el control de los alumnos/as, la identificación de aquellos que son más conflictivos para aplicarles el reglamento aprobado, dando por supuesto que la aplicación de las sanciones, junto con la existencia de dicho catálogo de normas, servirá para modificar la actitud y sobre todo la conducta de aquellos alumnos/as que no se adaptan a lo establecido en el centro educativo.

El artículo 124 bis de la LOMCE es un buen ejemplo de este planteamiento. Tras establecer que todos los centros deben elaborar el plan de convivencia con todas las actividades que se programen para un buen clima de convivencia en el centro, concreta las características de este plan señalando que deben concretar los deberes de los alumnos y las medidas correctoras en caso de incumplimiento, que deberán tener carácter educativo y reparador respetando los derechos de los alumnos, deberán ser proporcionales a las faltas y contemplar la expulsión en el caso de conductas que atenten contra la dignidad o contra el alumnado más vulnerable. En este proceso los hechos constatados por profesores tendrán valor probatorio y presunción de veracidad y los centros podrán elaborar sus propias normas de organización y funcionamiento. Como se puede ver, sólo preocupan las normas y las sanciones. Otras posibles acciones no se mencionan.

Frente a este enfoque reactivo es necesario reivindicar y recuperar un enfoque proactivo y preventivo, que tenga en cuenta a todos los alumnos y alumnas y no se centre solamente en el grupo de alumnos supuestamente conflictivos. Educar para la convivencia en positivo es uno de los objetivos de la educación y el aprendizaje de la convivencia es tan importante como la adquisición de los aprendizajes de las distintas materias, aprendizajes que, por otra parte, son perfectamente compatibles y nada excluyentes respecto del aprendizaje de la convivencia. No hay que olvidar que la escuela es hoy por hoy la única institución que recibe a todos los niños y niñas del país, que permanecen en ella diez años como mínimo, en muchos casos hasta trece y quince. ¿Va a dejarse pasar esta oportunidad educativa y se va a desaprovechar esta posibilidad de educar para la convivencia?”

http://laeducacionquenosune.org/convivencia-y-conflictos-dos-enfoques-posibles/

Lee el artículo íntegro “Trabajar la convivencia en los centros educativos”. de Pedro Mª Uruñuela.

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