Tiempos de vida, tiempos de escuela. Jaume Martínez Bonafé

catalá: Temps de vida, temps d’escola

La niña de 3 años pasea, de la mano de su padre, por los caminos de la huerta. Se detiene ante una flor, la observa, descubre un insecto, lo anuncia con vehemencia, se levanta, regresa, busca de nuevo, se sienta en la tierra, hace montoncitos, juega con las piedras, que agrupa de distintas maneras, continua el paseo, encuentra un columpio, camina otro trecho, se sientan a charlar en un banquito,….tiempos de vida, ritmos tranquilos, aprendizajes por descubrimiento, tiempos como el chicle o la plastilina, tiempos blandos, flexibles, propios, únicos.

La niña llegará un día a la puerta de la escuela. Y el tiempo, los tiempos, serán otros. Regulados mecánicos, iguales, repetitivos. Una hora es siempre una hora. No hay chicle ni plastilina que la encoja o alargue. De quien son los tiempos en la escuela? Un señor o una señora mayor dirá: ahora es el tiempo de las matemáticas, y la vida se romperá en mil pedazos de lecciones de distintas disciplinas curriculares: la vida fragmentada, la vida sin significado, la vida rota y separada de la biografía.

En los tiempos de la escuela no hay sujeto, no hay historia personal, no hay deseo. Son tiempos que llegaron antes que nosotros, y que quedarán cuando nosotros nos hayamos ido. Son los tiempos de la institución. Son los tiempos de la institucionalización.

Ustedes me dirán: es natural!! -Cómo vamos a aprender hacernos mayores si no aprendemos con los tiempos de los mayores? Además, siempre ha sido así, por algo será! Pues esto es lo que vengo a poner en cuestión. La naturalización de una práctica institucional construida socialmente para la adaptación del sujeto a determinados modelos sociales, modelos de regulación de las relaciones y las estructuras sociales. Modelos que encierran en si mismos las posibilidades de entender la vida. Pero esto podría ser de otra manera, ¿no les parece?

 

El tiempo de la escuela podría acercarse al tiempo de la vida si fuera si fuera un poquito más lento, algo más complejo y heterogéneo, menos burocrático, menos regulado, más pasional, menos racional. Si el tiempo de la escuela fuera un poquito más lento sería también más justo porque facilitaría caminos de aprendizaje de personas con ritmos (culturas, experiencias, saberes) diferentes. Si el tiempo fuera un poquito más complejo y heterogéneo sería también mis justo porque facilitaría la comprensión de lo diferente, minoritario o marginal, habitualmente invisibilizado por los curricula lineales, simplificadores, fragmentarios. Si el tiempo de la escuela fuera menos burocrático y más pasional, serías también más justo, porque facilitaría tomar la voz y la palabra a todo el mundo, sabiéndose cada cual sujeto en la propia construcción de si mismo. Ay, si el tiempo de la escuela pudiera acercarse al tiempo de la vida todo podría ser de otra manera, ¿no les parece?

La niña de 3 años pasea, de la mano de su padre, por los caminos de la huerta. Se detiene ante una flor, la observa, descubre un insecto, lo anuncia con vehemencia, se levanta, regresa, busca de nuevo, se sienta en la tierra, hace montoncitos, juega con las piedras, que agrupa de distintas maneras, continua el paseo, encuentra un columpio, camina otro trecho, se sientan a charlar en un banquito,….tiempos de vida, ritmos tranquilos, aprendizajes por descubrimiento, tiempos como el chicle o la plastilina, tiempos blandos, flexibles, propios, únicos.

La niña llegará un día a la puerta de la escuela. Y el tiempo, los tiempos, serán otros. Regulados mecánicos, iguales, repetitivos. Una hora es siempre una hora. No hay chicle ni plastilina que la encoja o alargue. De quien son los tiempos en la escuela? Un señor o una señora mayor dirá: ahora es el tiempo de las matemáticas, y la vida se romperá en mil pedazos de lecciones de distintas disciplinas curriculares: la vida fragmentada, la vida sin significado, la vida rota y separada de la biografía.

En los tiempos de la escuela no hay sujeto, no hay historia personal, no hay deseo. Son tiempos que llegaron antes que nosotros, y que quedarán cuando nosotros nos hayamos ido. Son los tiempos de la institución. Son los tiempos de la institucionalización.

Ustedes me dirán: es natural!! -Cómo vamos a aprender hacernos mayores si no aprendemos con los tiempos de los mayores? Además, siempre ha sido así, por algo será! Pues esto es lo que vengo a poner en cuestión. La naturalización de una práctica institucional construida socialmente para la adaptación del sujeto a determinados modelos sociales, modelos de regulación de las relaciones y las estructuras sociales. Modelos que encierran en si mismos las posibilidades de entender la vida. Pero esto podría ser de otra manera, ¿no les parece?

El tiempo de la escuela podría acercarse al tiempo de la vida si fuera si fuera un poquito más lento, algo más complejo y heterogéneo, menos burocrático, menos regulado, más pasional, menos racional. Si el tiempo de la escuela fuera un poquito más lento sería también más justo porque facilitaría caminos de aprendizaje de personas con ritmos (culturas, experiencias, saberes) diferentes. Si el tiempo fuera un poquito más complejo y heterogéneo sería también mis justo porque facilitaría la comprensión de lo diferente, minoritario o marginal, habitualmente invisibilizado por los curricula lineales, simplificadores, fragmentarios. Si el tiempo de la escuela fuera menos burocrático y más pasional, serías también más justo, porque facilitaría tomar la voz y la palabra a todo el mundo, sabiéndose cada cual sujeto en la propia construcción de si mismo. Ay, si el tiempo de la escuela pudiera acercarse al tiempo de la vida todo podría ser de otra manera, ¿no les parece?

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