Las catedrales en la Edad Media fueron los auténticos libros de texto. Hoy ese papel lo pueden haber tomados los grandes centros comerciales. Paradójicamente pueden ser una buena propuesta pedagógica.
Durante un viaje por las colinas de la Toscana, visitando el Duomo de San Gimignano, entendí un argumento que escuché a Umberto Eco: la catedrales fueron los libros de texto de la Edad Media. En efecto, aquella impresionante colegiata del siglo XI encierra, en los frescos que desde el suelo hasta el techo decoran el recinto, todo lo que un ser humano de aquella época debía conocer (estaba obligado a conocer si buscaba la salvación): la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, el malo de Caín, la aventura del Arca de Noé, el bueno de Abraham…, la admirable vida de Cristo y en fin, las glorias del Paraíso y las penas del Infierno, la síntesis del Antiguo y Nuevo Testamento, encerrada en forma de libro de cómics.