La educación que tenemos, en una parte muy importante, es la que no queremos. Por muchas razones que no vamos a desarrollar aquí ahora y que se repiten con mucha frecuencia. Se detectan problemas complejos y difíciles en el sistema educativo. Sabemos que volver la mirada al pasado y mantener las propuestas que lo ocuparon no hace posible su solución. Desde la realidad que tenemos queremos caminar hacia el futuro.
Lo que el poder político hace con sus leyes educativas es coherente con lo que ellos quieren. Lo sabemos. Y aunque lo hagan con la legitimidad que les otorgan los votos sabemos que sus objetivos son desmontar la escuela de titularidad pública y someter todo el sistema educativo a los intereses del mercado. Y no podemos olvidar que son muchos los que están felices con lo que el poder propone e impone. Otros lo aceptan porque se hace desde la legitimidad democrática. Se añade como problema que muchos queremos cambiar las cosas mirando continuamente lo que hace el poder con la educación. Así logra hipnotizarnos y mantenernos atrapados en el círculo de sus intereses, aunque se vean denunciados. Necesitamos cambiar la dirección de la mirada y caminar en otra dirección. En la que se abre camino en la línea de hacer una educación no hipotecada por otros intereses que no sean los de los propios educandos. Todos tenemos claro que el proceso educativo es un camino desde la heteronomía a la autonomía, de avanzar en la conquista de procesos de aprendizaje autoorganizados y acompañados por los docentes y las familias y de desarrollar al máximo las potencialidades que la vida nos ha dado a cada uno.