El acontecimiento es una situación significativa que produce un cambio, una ruptura, un modo alternativo de construcción del saber. Quizá ahora, en tiempos de pandemia, con situaciones imprevistas y nunca imaginadas, quizá ahora dejemos de repetir lo de siempre, se produzca la ruptura, salte el acontecimiento y podamos volver a pensar la educación por nosotros mismos.
Cuando empecé a trabajar como maestro de escuela no existían todavía las Asociaciones de Madres y Padres (AMPA). Sin embargo, en algunas escuelas y algunas poblaciones se iniciaron en esa época de transición de la dictadura a la democracia experiencias de participación muy potentes. En mi caso, recuerdo las reuniones nocturnas aprovechando algún espacio de la escuela en las que nos juntábamos maestros y maestras de diferentes escuelas de la comarca, padres y madres, algún representante municipal, alguna persona con responsabilidad o trabajo cultural y cualquier otro que quisiera acudir. Pero no nos reconocíamos desde la condición con que yo he nombrado, es decir, no estábamos allí como maestros, o padres, o concejales de un ayuntamiento o músicos de la banda. En aquella asamblea improvisada solo había ciudadanos y ciudadanas con la intención y el deseo de discutir, de hablar, de compartir reflexiones sobre el tipo de escuela pública que queríamos construir en la incipiente democracia. Con el bocadillo bajo el brazo bajaban desde la sierra personas que regresarían a sus domicilios por carreteras infames a altas horas de la madrugada. Pero a las despedidas, tras compartir documentos, ideas y propuestas de trabajo, les acompañaba siempre la sonrisa de quien se sabe protagonista, sujeto de un proceso de cambio.